Laurel corría a toda velocidad. Le gustaba correr. Se sentía libre, llena de energía, capaz de todo. Le gustaba correr por la arena de la playa, y de vez en cuando que sus pies se mojaran con alguna que otra ola que llegaba más lejos de lo normal. No miraba al suelo, saltaba y abría los brazos, reía sola... Tropezó y se cayó.
-¡Maldita sea!- su fuerte gruñido podría haberse oído hasta en su nueva casa.
Se había hecho daño en el pie, una piedra se le había clavado en la planta. Se la quitó y comenzó a sangrar. Se lavó la herida en el agua de mar y luego, haciendo uso de la buena elasticidad que la caracterizaba, levantó el pie y lamió su herida varias veces. Se puso en pie y comenzó a andar con suavidad. Ahora le apetecía ir a ese ritmo, lenta, observando el hermoso paisaje, disfrutando de todo. Cerró los ojos y escuchó todo sonido a su alrededor.
-¡Maldita sea!- su fuerte gruñido podría haberse oído hasta en su nueva casa.
Se había hecho daño en el pie, una piedra se le había clavado en la planta. Se la quitó y comenzó a sangrar. Se lavó la herida en el agua de mar y luego, haciendo uso de la buena elasticidad que la caracterizaba, levantó el pie y lamió su herida varias veces. Se puso en pie y comenzó a andar con suavidad. Ahora le apetecía ir a ese ritmo, lenta, observando el hermoso paisaje, disfrutando de todo. Cerró los ojos y escuchó todo sonido a su alrededor.